El malagueño Iván Hurtado se embarcó hace siete años en una aventura maravillosa e inquietante al mismo tiempo. Se lió la manta a la cabeza y, partiendo de cero, puso en marcha un sueño de golf, un deporte al que, de la mano de su padre, aprendió a amar desde niño. Era un nuevo método. Quería enseñar, sí, adoraba enseñar, pero también quería ir un poco más allá.
 

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