JUAN LUIS GUILLÉN (EFE)

  • El torneo estuvo marcado por las críticas de los jugadores a las condiciones impuestas por la organización.

El golfista estadounidense Brooks Koepka conquistó su segundo Abierto de Estados Unidos consecutivo, disputado esta semana en Shinnecock Hills, al este de la ciudad de Nueva York.

Esta victoria se suma a la lograda en el US Open de 2017 en Wisconsin. Desde 1988 y 1989, cuando Curtis Strange conquistó dos abiertos consecutivos de su país en Massachusetts y en Nueva York, nadie había ganado el torneo dos veces seguidas.

El triunfo de Koepka también es el cuarto de un estadounidense desde la victoria de Jordan Spieth en 2015, y es especialmente relevante en un año de Ryder Cup, la competición bienal entre Estados Unidos y Europa que se disputará a finales de septiembre en París.

Los estadounidenses terminaron dominando los primeros puestos de la tabla de clasificación, liderada por Brooks Koepka con +1, con la única presencia internacional de los ingleses Tommy Fleetwood (+2) y Tyrrel Hatton (+6) y el sueco Henrik Stenson (+6).

Dustin Johnson (+3), número uno del mundo, Patrick Reed (+4), ganador del Masters de Augusta de este año, Tony Finau (+5) y Xander Schauffele (+6) acabaron cerca de su compatriota y tienen muchas posibilidades de formar parte del equipo estadounidense en la Ryder Cup.

Un toneo duro

Los resultados por encima del par, que superan la puntuación final registrada en las ediciones anteriores en Shinnecock Hills en 2004 (-4) y 1995 (par) ilustran claramente la dureza y las penalidades del US Open de 2018.

La dificultad del histórico recorrido de Long Island, las críticas de los jugadores a las condiciones brutales de la tercera jornada y una sanción a la leyenda estadounidense Phil Mickelson marcaron esta 118 edición del US Open.

La bestia de Shinnecock Hills, sede de cinco Abiertos de Estados Unidos entre 1896 y 2018, se tragó durante los dos primeros días a jugadores del calibre del español Jon Rahm, número cinco del mundo, y la estrella estadounidense Tiger Woods, ganador de tres US Open, que no lograron superar el corte de +8.

En la tercera jornada se pusieron a prueba la resistencia y la paciencia de los 67 jugadores sobrevivientes para el fin de semana, en la que todos acabaron con resultados acumulados sobre el par y muchos criticaron abiertamente las condiciones «injugables» y «desesperantes» establecidas por la Asociación de Golf de Estados Unidos (USGA).

De hecho, la sucesión de bolas en la hierba alta y rodando fuera de los greenes llevaron a la desesperación al veterano Phil Mickelson, que terminó golpeando una bola en movimiento y con la peor ronda de sus 27 US Open, el único grande que no ha ganado a sus 48 años recién cumplidos. Y los organizadores tuvieron que dar también muchas explicaciones por imponer dos golpes de penalización, en lugar de descalificar, como reclamaban algunos medios internacionales, al golfista más popular entre el público estadounidense.

En la noche del sábado la USGA se aprestó a regar el recorrido y apaciguar a la bestia de Shinnecock Hills, que el inglés Tommy Fleetwood doblegó con nada menos que ocho birdies y un solo bogey, dos golpes por debajo (63) del récord del campo de 65 impactos. Sin embargo, la embestida de Fleetwood no fue suficiente para arrebatar el US Open a los estadounidenses, que se preparan ahora para el tercer grande del año al otro lado del Atlántico, el Abierto Británico, que se disputará en el mítico recorrido escocés de Carnoustie a mediados de julio.

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